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sábado, 2 de abril de 2016


Yaraví criollo, una transición de las formas ancestrales durante la colonia y el resultado en la cultura republicana del Ecuador

Ignacio Moreira

El Yaraví ‘‘fue’’ un género musical de origen precolombino. Me atrevo a decir ‘‘fue’’, dado los innumerables cambios que al igual que muchos géneros ancestrales andinos-ecuatorianos como el Capishca, el Yumbo, el Danzante, etc. sufrieron con el tremendo genocidio a nuestra cultura en desarrollo, muy mal entendida por Occidente, que en palabras de Eduardo Galeano, se llevó la vida de más de setenta millones de indígenas (Galeano, 1973). Y todo un proceso cultural que involucraba a deidades, mitos, música, festividades, entre otras.

El Yaraví no se desarrolló específicamente en el Ecuador, sino que se cultivó en regiones andinas más extensas como el Perú y Bolivia. Al pasar el tiempo y a pesar de la colonia; el movimiento rítmico, la temática y las formas melódicas y armónicas fueron cambiando entre estos tres territorios (Pazmiño, 2012).

Dicho género tiene su significado en quichua como ‘‘lamento, lloro’’, esta traducción coincide con su lento movimiento (largo), cuyo tempo (métricamente) equivale en una negra con punto a 42 (golpes por minuto) aproximadamente. Debo aclarar también que su ritmo original es de 6/8, aunque uno de los cambios que sufrió en las conquista fue la alteración a 3/4. Su acompañamiento igualmente fue trastornado rítmicamente pues el original se componía por una negra dos corcheas y una negra por compás, mientras que el yaraví mestizo, que fue el más usado durante el siglo XIX, se componía por una negra precedida de la perpetuidad de cuatro corcheas (Godoy, 2012).

A pesar de que el género tenga connotaciones tristes y amargas, no solo en las letras sino también en las melodías. La concepción deprimente, e incluso etiquetado por la propia sociedad quiteña como ‘‘música para el suicidio’’. No se la entendía de esa manera sino hasta la evangelización y la llegada de la cruz católica a los Andes. Puesto que la cultura que emanaban nuestros ancestros, a los españoles les pareció un tanto hereje por las limitaciones que llegaba a tener su horizonte de sentido. Pues a pesar de que la temática principal de los yaravíes fue el de acompañar a los ciclos agrícolas de la tierra y los campesinos, adorando a sus deidades: los astros y la luna. Los españoles prohibieron los cantos, pero en vez de prohibir también la forma instrumental, decidieron acoplar sus poemas católicos a dichas melodías. Un famoso ejemplo de la alteración católica es una de las más conocidas obras del género: “Salve, Salve oh Gran Señora”. Que desde el nombre podemos apreciar que no es una oda o un canto ritual a las deidades andinas preincaicas o incluso incaicas.

El cambio en la forma musical, a pesar de que fue radical, no se sintió en contexto con todo el atropello a las tradiciones nativas. Poco a poco, las famosas tardes familiares o de tertulias que antes estaban acompañadas por cantos rituales acerca de la tierra, cambiaron e introdujeron a la cultura quiteña una nueva línea de pensamiento y apreciación mística y espiritual.

A medida que las guerras independentistas llegaron, la sublevación de la cultura nativa ecuatoriana retornaba. Pero no era la misma y estaba claramente evidenciada en las letras de los Albazos, los Yaravíes, los Pasacalles y las reuniones entre poetas, pintores y músicos que poco a poco se iban multiplicando en las calles de la ciudad.

Entre estos surgen artistas conocidos como: El Indio Basilio Gómez o más conocido como el Ciego Basilio, inmortalizado en una pintura de Pinto, y del que se han contado innumerables anécdotas sobre su sistema verbal que incluía las notas del pentagrama para crear sus oraciones.

A pesar de que la mayoría de compositores de yaravíes son pertenecientes al siglo XX, podemos encontrar nombres destacados como el de Carlos Amable Ortiz, o Ulpiano Benítez que compuso ‘‘Puñales’’, que sería interpretada por el magnífico dueto conformado por Gonzalo Benítez y Luis Valencia, más conocidos como el Dúo Benítez Valencia. La particularidad de dicha canción que se presenta a continuación, es la coda al final del yaraví, pasando a un ritmo alegre particular del albazo. Este cambio de triste a alegre al final es característico de las composiciones estilo criollas.



Puñales - Ulpiano Benítez




Mi vida es cual hoja seca
que va rodando en el mundo,

que va rodando en el mundo;
no tiene ningún consuelo,
no tiene ningún halago,
por eso cuando me quejo
mi alma padece cantando,
mi alma se alegra llorando.

Llorando mis pocas dichas,
cantando mis desventuras,
cantando mis desventuras,
camino sin rumbo cierto,
sufriendo esta cruel herida,
y al fin me ha de dar la muerte,
lo que me niega la vida,
lo que me niega la vida.

Albazo
Qué mala suerte tienen los pobres,
Que hasta los perros le andan mordiendo
Así es la vida guambrita,
ir por el mundo, bonita,
siempre sufriendo.



Bibliografía



Galeano, E. (1973). Las Venas Abiertas de América Latina. Siglo Veintiuno Editores.

Godoy, M. (2012). Historia de la Música del Ecuador. Quito: PUCE.

Pazmiño, T. (2012). Recuperación del Patrimonio Musical Intangible del Ecuador: Cancionero de Quito, El Pasacalle, El Yaraví, El Fox Incaico. Quito: CCE.

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